miércoles, 3 de junio de 2009

EL YO ACUSO DE PEDRO J RAMIREZ TRAERA COLA PORQUE LOS 18 ACUSADOS DE MIRAR A OTRO LADO DEBERIAN DENUNCIAR AL DIRECTOR DE EL MUNDO. EL TITADYN DICHOSO


Les pongo un gran articulo de Luis del Pino, periodista de investigación al que tanto admiro:
"Ayer, Pedro J. Ramírez eligió el acto oficial de lanzamiento del libro Titadyn, de Antonio Iglesias y Casimiro García Abadillo, para cruzar su Rubicón particular en lo que al 11-M se refiere, convirtiendo su discurso de presentación del libro en un durísimo alegato contra 18 funcionarios públicos cuya conducta habría contribuido a que los españoles sigamos sin conocer, cinco años después, quién mató a 192 personas aquel 11 de marzo.Recomiendo a todos los lectores que escuchen el discurso de Pedro J., porque nada de lo que yo escriba puede sustituir a lo que, sin duda alguna, es un discurso histórico.Los que ayer asistimos al acto pudimos advertir, en primer lugar, que Pedro J. era perfectamente consciente de la importancia del paso que estaba a punto de dar. Cada aspecto de la liturgia, de la puesta en escena, había sido convenientemente meditado para dotar al alegato de la adecuada solemnidad.Habló de pie, en presencia de los máximos responsables de Unión Editorial, leyendo su discurso con una emoción perfectamente perceptible. Y, tomando como modelo el "Yo acuso" de Emile Zola, fue desgranando uno a uno los nombres de esos 18 funcionarios en quienes personificó el inmenso fracaso de la investigación judicial del 11-M.Pedro J. Ramírez es un gran conocedor de la Historia de Francia, en general, y del caso Dreyfus en particular. La elección de modelo para su discurso no debe tomarse, por tanto, a humo de pajas.Con su famosa carta al presidente Felix Faure, Zola no pretendía otra cosa que desbloquear un caso en el que se había condenado a un inocente, Alfred Dreyfus, por pasar secretos militares a Alemania. Su carta era una provocación en toda regla para forzar su propio procesamiento por difamación, con el fin de que su juicio (el de Zola) permitiera revisar aquel otro caso (el de Dreyfus) que los poderes públicos franceses se empeñaban en enterrar de forma definitiva.Denunciando con ferocidad una verdad judicial manifiestamente falsa, Zola puso en marcha, con su carta, la serie de acontecimientos que culminaría, varios años después, con la restauración pública del honor de aquel oficial de artillería, Dreyfus, al que se había condenado injustamente, por ser judío en una Francia radicalmente antisemita. Pedro J. no dudó ayer en dejar claro ese evidente paralelismo, retando públicamente a los 18 funcionarios públicos de su particular "Yo acuso" a que emprendan acciones judiciales contra él.Pero los paralelismos del 11-M con el caso Dreyfus van mucho más allá de esa provocadora acusación pública. Y resulta bastante pertinente recordar hoy algunos de los aspectos principales del caso.El capitán Alfred Dreyfus fue inicialmente acusado basándose en una carta manuscrita encontrada en la papelera del agregado militar de la embajada de Alemania en París. Aquella carta había sido, en realidad, escrita por otro oficial, Ferdinand Walsin Esterhazy, pero se le atribuyó falsamente a Dreyfus. La mentira original quedó demostrada dos años después, pero reconocer esa mentira hubiera desatado tal escándalo (y hubiera obligado a tantas personas a asumir responsabilidades) que no se dudó en falsificar pruebas adicionales para conseguir que Dreyfus no fuera absuelto. Como en el 11-M, se recurrió a la mentira para tapar la mentira, poniendo en marcha una rueda que ya resultaría imposible de parar sin provocar un terremoto político de dimensiones colosales.Como en el 11-M, el proceso masivo de falsificación fue posible porque había unidades dentro de los servicios de información que actuaban sin ningún tipo de control. En el caso Dreyfus, fue la "Sección de Estadística" de la contrainteligencia francesa, dirigida por el teniente coronel Sandherr, la que se encargó de obstaculizar y pervertir la investigación, para evitar que aquel cabeza de turco llamado Dreyfus fuera exonerado.Como en el 11-M, el proceso (en realidad, los dos procesos) contra Dreyfus estuvo plagado de irregularidades, recurriéndose a procedimientos prohibidos por la legislación francesa. Como, por ejemplo, suministrar informes acusatorios a los jueces y ocultárselos a la defensa de Dreyfus, justificando esa ocultación en el carácter "secreto" de los manipulados informes.Como en el 11-M, lo que hubiera debido ser una investigación criminal se convirtió en un asunto de gran calado político, en el que las presiones de los políticos fueron suficientes para doblar la mano a la Justicia, y en el que las represalias contra los que pretendían que la verdad prevaleciera (por ejemplo, el coronel Picquart) no tardaron en materializarse.Como en el 11-M, ciertos sectores de los medios de comunicación se pusieron sin dudarlo al servicio de la mentira más descarnada, pretendiendo sustituir el debate lógico por los prejuicios, los tópicos y la manipulación, tratando de conseguir la condena de Dreyfus a toda costa.Aunque también existe alguna diferencia importante entre el caso Dreyfus y el escándalo del 11-M y Pedro J. se encargó ayer de señalarlo. En particular, mientras que en el caso Dreyfus lo sustantivo era la injusta condena de un inocente, ayer el director de El Mundo quiso dejar claro que lo más importante en el caso del 11-M no es eso, sino el hecho de que las condenas posiblemente injustas han servido, en la España de hoy, para algo mucho más grave: que los verdaderos culpables de la muerte de 192 personas estén todavía en libertad.Ahí radica la verdadera importancia del discurso que ayer pronunció Pedro J.: ante la dejación de funciones de los poderes públicos y de la clase política, el director de El Mundo decidió levantar ayer la bandera de la regeneración democrática. Y exigió que los auténticos culpables paguen por lo que hicieron y que se enfrenten a sus responsabilidades los que han contribuido, con su acción o su inacción, a que esos culpables continúen todavía hoy en libertad.El público que asistió al acto de ayer obsequió a Pedro J. con una estruendosa ovación. Una ovación que no era sólo un reconocimiento a la valentía demostrada por el director de El Mundo, al emprender un camino similar al que Emile Zola iniciara hace ahora 111 años. Esa ovación era algo más: era el mensaje, claro y contundente, de que el director de El Mundo no va a estar solo en esa cruzada, de que son muchos los españoles dispuestos a denunciar con él que España no puede, no debe convertirse en una democracia secuestrada, tendiendo un manto de olvido y de silencio sobre una masacre todavía no aclarada."
Sin comentarios.
Sí uno.
Que España es una cloaca inmensa y que alguien tendrá que limpiarla.
Hellín a 3 de Junio de 2.009

2 comentarios:

Julio Andradas dijo...

Aunque sea incómodo y arriesgado, aunque tengamos que remover el fango y movernos entre la inmundicia, como país, como nación, no podemos permitirnos pasar página.
Y reconocer una vez más,que es triste que en asuntos que afectan a la credibilidad del Estado,como fueron los GAL y el 11-M,tenga que ser la prensa libre y no prostituida,y no la Justicia como sería su deber,quien tire del hilo en busca de la verdad.

narciso dijo...

Muy fuerte lo de Pedro J Ramirez. un saludo Julio